OPINIÓN

Acuerdos para el bien común ( por Rodrigo Rojas Veas, Rector Sto Tomás, Copiapó)

 

Hace un mes escribí que el debate en el país se había tornado estéril e inconducente. Transcurrido este tiempo la impresión se confirma. Existen abundantes ejemplos que podemos encontrar en la “opinión publicada”, que dan cuenta de que pese a la evidente necesidad de establecer acuerdos para afrontar temas de alta importancia para el ciudadano de a pie, los actores responsables de construir los pactos se demuestran reacios y lejanos a este fin.

El plantear acuerdos y promover la cooperación ha adquirido una concepción abyecta. Estamos presos de un maximalismo difícil de entender en un marco apremiante en todos los planos. La realidad sanitaria con todas sus derivaciones impone que las sociedades definan prioridades, diseñen hojas de ruta para trabajar en pos de estas y construyan mínimos comunes que permitan capear la emergencia que todos enfrentamos a diario.

Los responsables aparecen enquistados en posiciones antagónicas y sin mayor voluntad que las buenas intenciones declaradas desde hace demasiado tiempo. La necesidad de mejorar las pensiones de muchas personas, de aunar criterios para cuidar la salud en esta segunda ola que nos afecta, de preservar y recuperar los empleos, de no afectar más a niños y jóvenes en sus aprendizajes, son todas razones más que suficientes para aconsejar el dialogo y la toma de acuerdos. Sin embargo, esto se ve difícil y a ratos casi imposible. La dilación para acordar medidas y políticas públicas, en aras de que casi todo se discutirá más adelante como si las necesidades pudieran esperar, son una apuesta de soluciones mágicas que el mundo político gusta de exhibir y que rara vez resultan en soluciones reales y efectivas para la población.  Yuval Noah Harari, uno de los intelectuales más relevantes de la actualidad critica el manejo del mundo político en esta pandemia, señalando que “Una de las razones de la diferencia entre el éxito científico y el fracaso político es que los científicos han cooperado a nivel mundial, mientras que los políticos han tendido a pelear entre sí. Trabajando bajo una enorme presión e incertidumbre, los científicos de todo el mundo han compartido libremente la información y se han apoyado en los descubrimientos y conocimientos ajenos. Muchos proyectos de investigación importantes han sido realizados por equipos internacionales…”.

El resultado de esta cooperación es la producción en masa de vacunas eficientes que hoy representan la gran esperanza en la lucha contra el Covid.

¿Nos convendría entonces seguir el ejemplo de la ciencia… o es muy ingenuo aspirar a esto?

 

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