INTERNACIONAL

Chilenos buscan aprovechar impulso de protestas con asambleas populares para cambiar rumbo del país

SANTIAGO, 6 nov (Reuters) – La misma energía que ha impulsado a millones de chilenos a salir a protestar a las calles en las últimas semanas está siendo canalizada a través de cabildos y asambleas populares, donde los vecinos buscan modelar el futuro de Chile con sus propias manos.

“El primer acto de revolución que uno puede hacer ante el sistema es juntarse, porque el sistema te quiere individual y te quiere individualista”, afirma Cristian Díaz, una de las miles de personas reunidas en una cálida tarde de sábado en el barrio de Yungay, en el centro Santiago.

Vecinos que apenas habían hablado entre sí antes del estallido social, dos semanas atrás, participaban ahora en un profundo debate sobre el camino político que quieren forjar para Chile. La escena se repite con múltiples variantes y formatos en comunas de todo el país, con mapas que muestran en internet dónde son las reuniones y hasta votaciones de propuestas online.

Más de 10.000 personas participaron en unos 300 encuentros solo en la pasada semana, según datos de la Mesa de Unidad Social, una organización que engloba a grupos estudiantiles, sindicales, de derechos sexuales y medioambientales´.

“Es genial ver a tanta gente en la plaza, unida por lo mismo, conversando, debatiendo. Es lo que siempre quisimos, lo que siempre soñamos: que la gente se conociese, supiera cómo se llama el vecino”, comenta Díaz.

La cita inicial es a las cinco, pero los cerca de 30 grados que se viven en este sábado de la primavera austral chilena lo van retrasando todo y se anuncia que las reuniones empezarán, como muy pronto, a las siete, cuando baje el sol y refresque.

Una joven llega con un megáfono y el lugar se llena con los acordes de “El baile de los que sobran”, una canción de los 80 de la banda de rock local Los Prisioneros que se ha convertido en uno de los himnos oficiosos de las protestas.

Comienza a leer unos poemas y anima a los que la escuchan a imitarla. “Gente despierta” y “Estado de emergencia” es el nombre de sus combativas poesías, escritas al calor de los eventos de estos días.

Poco después, un pasacalles marcha al son de los cultrunes y trutrucas mapuches por este histórico rincón santiaguino. Con las caras pintadas con calaveras, los participantes acompañan con grandes flores rojas un ataúd simbólico en recuerdo a la veintena de muertos que han dejado las protestas.

“QUÉ HACER Y CON QUIÉN”

Uno de los organizadores de la “asamblea autoconvocada” de Yungay, Pablo Selles, dirige por altavoz a las personas a las cuatro esquinas de la plaza principal del barrio. Los que viven en el suroeste se juntan en esa parte de la plaza, los del noroeste en su zona, y así sucesivamente.

“¿Qué queremos hacer y con quién queremos hacerlo?”, son las dos preguntas que deben responder los vecinos, tras debatir si quieren integrarse a la Mesa de Unidad Social, mucho más grande, o conservar su autonomía.

A mediados de octubre, el habitualmente tranquilo Chile se vio sacudido por una ola de protestas generada en el alza en el pasaje del metro. La revuelta iniciada por los estudiantes se convirtió en una gran movilización popular, que también derivó en disturbios que llevaron al gobierno a decretar el estado de emergencia al que siguieron varias días de toque de queda.

La ciudadanía empezó a exigir con fuerza cambios en el modelo económico neoliberal implantado por la dictadura de Augusto Pinochet en los años 70 y 80, considerado como la principal causa de la desigualdad que vive el país.

El núcleo de las reivindicaciones se agrupa en torno a la elaboración de una nueva constitución que invalide la vigente desde la dictadura, mejores pensiones y salarios, acceso equitativo a la salud, una reforma tributaria que suba la carga a las rentas altas y nuevas condiciones en servicios básicos.

“Queremos asamblea constituyente, nueva constitución y que se acuse constitucionalmente al señor Piñera por los crímenes de lesa humanidad que han ocurrido en estos últimos días”, dice Luis Torres, ingeniero informático y profesor de física.

A sus 58 años, se acerca rápidamente a la edad de jubilación -fijada en 65- y a la terrible perspectiva que enfrentan muchos chilenos de recibir una pensión mensual que es apenas una fracción de su salario.

“Esta persona con dos títulos universitarios va a jubilar con 200.000 pesos mensuales, por eso estoy indignado. Esto es para morirse, lo encuentro inconcebible. Yo gano 7 u 8 veces eso”, comentó Torres. Esta cantidad le dejaría muy cerca de la línea de pobreza de 163.000 pesos mensuales, según lo definido por el Ministerio de Desarrollo Social.

Carena, una abuela de 53 años que no quiso dar su apellido, cuenta que a los 14 años ya estaba participando en protestas callejeras contra el régimen de Pinochet. Entre los emocionados aplausos de sus vecinos, asegura que su lucha continúa.

“Hay que seguir marchando, aunque tengamos que morir en el intento”.

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