OPINIÓN

“Ciudadanía Mundial e identidad local-nacional” Por Pedro Rodríguez (Académico. U.Central Coquimbo)

La cultura, como cosmovisión del humano, tiene diversos espacios: desde la cultura local que representan nuestras más cercanas expresiones de pertenencia a una comunidad, pasando por la cultura nacional que le da cohesión a eso que llamamos patria, hasta llegar a la cultura universal que nos identifica como miembros de un mismo planeta, producto de los múltiples y diversos procesos por los que ha transcurrido la humanidad. Todos estos espacios deben formar parte de nuestra cultura, afianzarnos a la cultura local no para rechazar lo nacional o mundial, sino para integrarnos al mundo con conciencia propia, con clara madurez de quién somos y con quiénes tenemos compromisos, para no convertirnos en “veletas del mundo”, hombres sin suelo, hombres sin patria.

Consideramos importante el aporte de los estudios culturales: las mentalidades, las particularidades étnicas, el multiculturalismo, como revalorizador de la diversidad humana y el llamado respeto y el reconocimiento a los otros, como legítimos otros. Frente al más violento y planificado proceso de homogeneización del mundo, bajo el designio de las tradicionales potencias. Pero consideramos que esta perspectiva no es suficiente, ya que muy poco toca u obvia las estructuras del poder económico, cultural y político a nivel nacional y mundial, que se sigue ejerciendo desde las grandes corporaciones trasnacionales, el colonialismo en sus viejas y nuevas modalidades de intervención, el poder mediático y en organismos internacionales como la ONU, FMI y UNESCO. Al final lo multicultural pretende disimular las desigualdades y se nos ofrece como una aceptación de la diversidad, cuando en realidad enmascara la dominación y exclusión.

La defensa de lo multicultural pasa hoy por el tratamiento político en defensa a la libertad de disentir, de proponer soberanamente modelos societales. La dialéctica de una identidad de la “diversidades culturales”, una unidad que traspase lo cultural y lo geográfico, que se eleva a la “entidad de voluntades”, la de proyectos políticos y culturales. Hoy en el contexto del proceso de globalización y del debate posmoderno, los colectivos que se oponen a la imposición de pautas de consumos, hábitos culturales de carácter mundial, léase particularismos culturales, nacionalismos, tercermundismo, regionalismos, son vistos como un freno al progreso. No podemos tener una “Ciudadanía Mundial” si antes no tenemos una ciudadanía local-nacional, que nos hace diferentes, nos conecta al mundo desde una perspectiva e intereses. Ser “Ciudadano del Mundo” sin fortalecer la identidad local-nacional es un acto individualista, que solo beneficia a los grandes centros del poder mundial. Debemos estar en el Mundo, pero con pertenencia local, con compromisos a la realidad en la que vivimos: Somos “Ciudadanos del mundo” diversos y desiguales.

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