OPINIÓN

Comunicación crítica, a prueba en tiempos de crisis : Por Giorgio Cuneo, Director de Ventas para empresas, Motorola Solutions

Pareciera que han pasado años, pero en realidad son sólo meses. Desde el 18 de octubre de 2019, cuando todo parece haber cambiado para Chile, los hechos se han sucedido con una velocidad que asombra y la situación de incertidumbre se ha ido convirtiendo en un estado mental casi permanente para esta generación.

Aún no levantábamos la cabeza tras el impacto económico del estallido social y, ahora, el shock de la peor pandemia que afecta al mundo desde principios del siglo XX termina por poner de rodillas a nuestra economía, tal como ocurre en todos los rincones del mundo.

La situación es compleja, pero la única opción descartable en estas circunstancias es inmovilizarse. Esa máxima puede aplicarse en todos los ámbitos, incluso en lo relativo a una arista tan específica como las comunicaciones. Partamos por revisar y actualizar los conceptos y herramientas con que abordamos la protección de nuestra infraestructura crítica y la mantenemos conectada al resto del país.

A nuestro juicio, las lecciones —parciales, por cierto— que podemos esbozar hasta ahora nos orientan hacia una mirada cada día más amplia de estos conceptos. La comunicación crítica no deberíamos seguir entendiéndola como un ámbito reservado para las agencias de seguridad y protección civil, sino llevar ese enfoque al sector privado, principalmente hacia las actividades e instalaciones que forman parte de la espina dorsal de nuestra estructura productiva.

Sin duda en estos momentos no existe mayor prioridad que la salud y vida de los chilenos, pero ¿cómo asegurarnos que también el entorno productivo esté dotado de comunicaciones que le permitan comunicarse en momentos críticos?

Para lograr una correcta ejecución de los sistemas de comunicación crítica, se deben conjugar varios aspectos que deben funcionar de manera armónica, partiendo por el diseño del sistema, el cual debe ser producto de un conocimiento profundo del entorno y del modelo de operación de la instalación que se pretende servir; dicho diseño debe considerar equipamiento de los más altos estándares de fabricación, sin embargo, nada de eso será suficiente si no se consideran todos los análisis de riesgos y de fallas que puedan afectar al sistema, con lo cual se refina el diseño y se agregan las redundancias necesarias para cubrir la mayor cantidad de posibles eventos no deseados.

Ya lo hemos visto en varias ocasiones, cuando ocurrió el terremoto de Tocopilla o en los efectos del invierno altiplánico del año 2019, y las instalaciones de ciertas faenas de la gran minería lograron seguir operando con seguridad para sus trabajadores gracias a que contaban con dispositivos de comunicación crítica. Mientras el norte del país quedó incomunicado, la minería siguió operando como el único cordón que unía sus faenas, las comunidades circundantes y el resto del mundo.

Ese enfoque, por cierto, es perfectamente aplicable a otras actividades cruciales que se insertan en comunidades aisladas —y que necesitan seguir comunicadas— o que prestan servicios con efectos multiplicadores en otras dimensiones del funcionamiento del país: puertos, aeropuertos, carreteras, trenes, cadena logística en un sentido amplio, lugares de acopio de alimentos, centros de distribución de combustibles, etc.

Si algo nos ha enseñado esta crisis es que los servicios de comunicación, por sofisticados que sean, no pueden resolver por sí solos los problemas, pero si se interrumpen las comunicaciones, no puede haber solución.

 

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