Diseño urbano colaborativo: Por Nicolás Jobet, gerente de desarrollo de Socovesa Santiago

En los últimos años, los temas urbanos han tomado un creciente protagonismo en nuestra cultura. Y es que la ciudad es un actor omnipresente en la vida de cada vez más personas –la población urbana en Chile se estima en 90%, muy superior al 54% a nivel mundial- por lo tanto que se genere conciencia y discusión al respecto es una excelente noticia. Ahora bien, el debate en torno al hacer ciudad en ocasiones se desarrolla desde posiciones atrincheradas, con discursos que en apariencia son incompatibles: “los privados están depredando la ciudad”, sostienen algunos; “las autoridades están estrangulando el desarrollo”, afirman otros.

 

Efectivamente nuestras ciudades tienen déficits importantes en términos de planificación urbana. Los niveles actuales de segregación territorial tienden a reproducir la inequidad, debido a importantes diferencias en el acceso a infraestructura, oportunidades laborales y educacionales, áreas verdes y de recreación, entre otras. Esta falta de planificación también está a la base de una tensión entre dos extremos: por un lado, zonas con normativas laxas, que propician desarrollos inmobiliarios fuera de escala, hiper densos y con un diseño urbano deficiente; por otro, zonas con normativas demasiado restrictivas, que impiden el acceso de más ciudadanos a lugares donde la inversión pública ha aumentado significativamente la calidad de vida urbana.

 

Pero, ¿cómo se dirimen estas tensiones propias del desarrollo urbano? Desde la perspectiva de la empresa privada, proponemos un camino: el diseño colaborativo. Esta noción parte de la base de que los desarrolladores debemos establecer una nueva relación con el entorno, tomando al diseño como eje central. Lo anterior supone la comprensión de que todos los proyectos, sea cual sea su naturaleza y escala, se deben insertar de forma armónica y aportar al contexto donde se instalan, ya no solo desde una perspectiva plástica –volúmenes, materialidades, colores- sino también desde una perspectiva humana –relación con la comunidad y consideración por el medio ambiente- .

 

Si antiguamente se desarrollaban barrios y los habitantes se adecuaban a ellos, hoy el proceso debiese ser a la inversa. Un proyecto con diseño colaborativo comienza  por la observación aguda del territorio y su gente, para desde ahí trabajar soluciones que ofrezcan una mejora en los estándares de vida. Este proceso de diseño, además, debe integrar idealmente lo que se denomina las 3P: público, privado y personas, es decir, que la sociedad civil, las autoridades y la empresa privada sean capaces de trabajar en conjunto como agentes de co-construcción de lo urbano.

 

Etimológicamente, la palabra “Diseño” se refiere a “dar señales”, y la mejor señal que los agentes de cambio de la ciudad – las autoridades, los vecinos y las empresas- podemos dar, es trabajar a conciencia en estrategias urbanas que nos permitan proyectar la ciudad más allá del presente, entregando garantías de sostenibilidad y mejoras en la calidad de vida urbana para todos.

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