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Empujado por el auge de la ultraderecha, Netanyahu está cerca de retornar al poder en Israel

El exprimer ministro Benjamín Netanyahu se alzó como vencedor de las elecciones en Israel, y el bloque de partidos derechistas y religiosos que lo apoyan sumaría una mayoría suficiente para que el polémico líder recupere el gobierno, empujado por el auge de la extrema derecha antiárabe.

Según los sondeos a pie de urna, su partido Likud logra 30 escaños; el Sionismo Religioso de ultraderecha consigue 14 diputados, el mejor resultado de su historia que lo consolida como tercera fuerza; y los partidos ultraortodoxos -Shas y Judaísmo Unido de la Torá (JUT)- aunarían 17 diputados (10 y 7, respectivamente).

Entre todos, suman 61 escaños, una ajustada pero suficiente mayoría en una Knéset (Parlamento israelí) de 120 diputados para conformar un Ejecutivo liderado por Bibi -como sus seguidores llaman al exprimer ministro-, mientras que el bloque anti-Netanyahu se estanca en los 55 escaños.

Sin embargo, son cifras preliminares que aún pueden cambiar durante la madrugada, mientras avanza el escrutinio, y los resultados definitivos no se conocerán hasta el viernes.

«Es un buen comienzo, es todo lo que puedo decir. Todo depende del conteo real», afirmó un cauteloso Netanyahu tras publicarse las encuestas a pie de urna que le daban la victoria.

La participación en los quintos comicios en menos de cuatro años fue del 71,3 por ciento, la más alta desde 2015, y mayor que en las cuatro elecciones desde 2019, cuando el país entró en parálisis política, sin posibilidad de formar gobiernos estables y con una cita electoral detrás de otra.

AUGE DE LA ULTRADERCHA Y ESTANCAMIENTO DE LOS OPOSITORES DE «BIBI»

Conscientes de su poder en un futuro gobierno de Netanyahu, el Sionismo Religioso ya ha exigido a éste la cartera de Defensa o Justicia para su líder, Bezalel Smotrich, y la de Seguridad Pública, que controla la Policía, para su socio Ben Gvir, la figura que más ha subido en las encuestas, con especial magnetismo entre los más jóvenes.

«Estamos haciendo historia (…) Ahora esperamos pacientemente los resultados finales para establecer un gobierno nacionalista de derecha, judío y sionista«, afirmó un triunfal Smotrich.

Aquella lista aúna a tres partidos de ultraderecha, con posiciones abiertamente racistas, anti-árabes y homófobas, y que se inspira en los textos bíblicos para justificar una colonización total de los territorios ocupados palestinos.

En contraste, en el bando que se opone al retorno de Netanyahu, encabezado por el actual jefe de Gobierno en funciones, el centrista Yair Lapid, la formación de esa autoridad, Yesh Atid (Hay Futuro), logró 23 escaños, su mejor resultado, pero por debajo de los 27 que llegaron a otorgarle las encuestas preelectorales.

La amalgama de partidos de todo el arco ideológico que compone ese bloque registra resultados mediocres, peores que en los últimos comicios de 2021: la coalición de centro-derecha Unidad Nacional cae a 12 diputados; el ultraderechista laico «Israel Nuestro Hogar» se queda al borde del umbral con 4 escaños, lo mismo que el partido pacifista-izquierdista Meretz; mientras que el Laborismo logra 5 diputados.

En ese bloque también se ubica el islamista Raam -el primer partido árabe que integró un Ejecutivo israelí el año pasado-, que logra 5 escaños, uno más que en 2021, y se consolida como la principal formación árabe de Israel; frente a la coalición laica Hadash-Tal, que logra los cuatro escaños mínimos para entrar a la Knéset, y que no apoya a ningún bando.

No obstante, el panorama aún puede dar un vuelco, ya que el partido árabe nacionalista Balad no habría pasado el umbral mínimo del 3,25 por ciento de los votos para acceder a la Knéset, pero se encuentra muy cerca de esa cota. Si la sobrepasara, tendría automáticamente 4 escaños que no irían a ningún bloque, pero dificultarían las opciones de Netanyahu de gobernar.

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