OPINIÓN

No matemos al mensajero. ( por Rodrigo Rojas Veas. Rector Santo Tomás Copiapó)

 

Esta semana la Fundación Súmate del Hogar de cristo dio a conocer un estudio cuya principal y preocupante conclusión fue que un 8,9% de los niños, niñas y jóvenes en edad escolar, entre los 6 y 21 años, una cantidad de 358 mil personas, no estudiaba en 2017. Esta cifra provocó la preocupación de los medios, las autoridades y expertos por lo que implica y porque presenta notables diferencias con los datos de la encuesta Casen 2017, que muestra una cantidad menor de población desescolarizada, una cifra de 138.572 personas. En nuestra Región de Atacama la cifra sería de 6.437 niños y jóvenes que estarían fuera del sistema escolar, una cantidad importante considerando nuestra realidad demográfica. Por otra parte, se singularizan otras características de la población que queda al margen del sistema escolar. Según edad, el 70,5% de los jóvenes excluidos se encuentra en un rango entre los 18 y los 21 años, el porcentaje mayor corresponde a hombres, con un 57,1%, un 11 % corresponde a migrantes y un 12% a pueblos originarios. Malas noticias, sin lugar a dudas. En las últimas décadas nuestro país mostraba con orgullo sus indicadores de cobertura escolar, los que alcanzaban tasas de países desarrollados. Teníamos (y tenemos) la convicción de que nuestro desafío era (y es) la calidad, ámbito en que todos concordamos estamos al debe pues los esfuerzos se han concentrado en el marco regulatorio y en lo financiero del sistema educacional. Por tanto, los resultados de este estudio vienen a mostrar un retraso en aquello que considerábamos resuelto, vale decir la cobertura. Desde organismos públicos se enfatizó en que el estudio presenta problemas metodológicos en el uso de los registros administrativos del Ministerio de Educación, lo que le restaría validez a sus resultados. Más allá de la discusión metodológica, el estudio tiene el gran mérito de visibilizar una realidad, que corre el riesgo de quedar olvidada e identificar cinco “trayectorias de exclusión”: la vulneración de derechos, con experiencias de violencia y maltrato, el abandono parcial de los tutores, variables familiares de poco interés, problemas intraescolares, como relaciones conflictivas con los docentes o bullying y las posibilidades de reescolarización.

A partir de esta realidad y más allá de sus cifras, la pregunta a responder es ¿que estamos haciendo y que vamos a hacer para reescolarizar a esos niños y jóvenes? Esa es la obligación de la Sociedad y del Estado.

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