OPINIÓN

“Proteger es educar” Por Elías Úbeda Greig, psicólogo Clínico y Forense

Regularmente visualizamos el maltrato escolar como una agresión entre niños y jóvenes, pero ¿Qué ocurre realmente cuando el agresor es un profesor(a)?

En ocasiones recibo en mi consulta niños que sufren de serios trastornos vinculados a una aversión al colegio; esto significa que crean cualquier situación artificial, o sus cuerpos somatizan el grave desagrado, con tal de no asistir a clases. Así entonces, el miedo a enfrentar una situación estresante o – peor aún – a un profesor(a) agresivo(a) es más grande que las ganas de aprender, que el deseo de ver a los compañeros y compañeras, o de participar en las actividades extraprogramáticas.

Los padres y madres no saben cómo enfrentar esta situación, lo conversar con la profesora jefe, con la dirección del colegio, y cuando no reciben respuesta se acercan a la Secretaría Ministerial de Educación, la que se centra en la formalidad de que se cumplan los canales regulares de reclamo, y en ocasiones ofrece una mediación, entre otras. Pero hasta acá (al menos) podríamos preguntarnos si una mediación es posible toda vez que no existe equiparidad entre las partes (profesor(a) y alumno(a): de poder, de fuerza, de edad, de rol, entre otras; o más aun si eso no se constituye en un nuevo riesgo: por ejemplo, a que exista una solución artificial que termine en nuevos menoscabos por negación de la existencia del niño(a), la supresión de su participación en actividades para evitar futuros conflictos, por ejemplo.

El verbo proteger es el primero que debemos conjugar en la enseñanza nacional. Hacer esto desde el buen trato, el respeto, el cuidado de la salud mental, la salud y bienestar físicos. Por otra parte, gritar, insultar, menoscabar, burlarse, o ser indiferentes, sería la anti-docencia, la forma en que perpetuamos la violencia en el aula, el colegio y en nuestra sociedad; el modo de desaprender la virtud y el estilo en que perdamos la oportunidad de moldear mejores ciudadanos.

Un Estado docente y protector de la infancia tendrá que estar atento al cumplimiento respetuoso de los alumnos, más aún de los padres, pero todavía con más decisión y ganas con la forma en que proceden y se expresan nuestros docentes, con decisión a formar, siendo ejemplos de respeto, buen trato y decoro.

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