OPINIÓN

La práctica continua como factor de excelencia ( Albert Tidy, Decano Facultad de Arquitectura, Arte y Diseño, U. San Sebastián

 

 

Parte de la formación de un futuro profesional es tener una experiencia basada en una práctica externa al final de su proceso educativo. En esta “vivencia”, se busca que el estudiante pueda tener una aproximación real al oficio y la oportunidad de vincularse en el ámbito profesional de manera previa a su egreso, generando incluso redes y oportunidades a futuro.

 

Aun cuando es una experiencia de alto valor formativo, hay ciertos riesgos asociados a qué tan óptima puede llegar a ser, dado que algunas no aseguran una buena calidad. Asimismo, muchas veces se deja en el alumno la responsabilidad de gestionarla.

 

A la luz de esto es que, como parte de un nuevo modelo formativo, algunas  universidades -mayormente internacionales- han creado para futuros arquitectos, un Taller de Práctica Profesional en el décimo semestre de la carrera como una actividad monitoreada. Este taller es una oficina profesional que dirige un equipo de arquitectos para atender requerimientos reales y desarrollar proyectos solicitados por entidades públicas o privadas (ONGs principalmente) de interés público e impacto social.

 

Lejos de pensarse que esta actividad propia de la malla curricular sobrecarga al estudiante de responsabilidades y agotamiento físico y mental, está pensada justamente para un efecto contrario: respaldar su proceso formativo, solucionando en el momento temas que más adelante puedan constituir estrés y responsabilidades que no puedan sobrellevar.

 

Los beneficios de este innovador formato de práctica basado en alianzas colaborativas e inserto en la malla curricular, son garantías cualitativa y cuantitativas basadas en experiencia: todos los estudiantes cumplen una cantidad efectiva y equivalente de horas laborales con directa relación con el mandante, interpretan sus necesidades y proponen soluciones de diseño, desde la gestación a la materialización final de un proyecto.

 

Bajo este tipo de prácticas se ubica al alumno en roles protagónicos del proceso; roles que en los centros de prácticas externos quedan reservados para los más experimentados. El taller de práctica constituye, además, un innovación curricular, en el sentido de ser una oficina que presta servicios profesionales al interior de la Facultad protagonizada por estudiantes de nivel avanzado.

 

En este sentido, bien vale destacar que lo que realiza la Escuela de Arquitectura de la Universidad San Sebastián, quien desde hace años cuenta con este modelo formativo para sus estudiantes. Con el Taller de Práctica Profesional y el hecho de que ofrezca prácticas colaborativas con instituciones reales comprometidas con el bien común, se genera un círculo virtuoso donde -por un lado- los alumnos se benefician de tener una anticipación de su vida profesional con proyectos de calidad y actores reales, y a su vez los mandantes se favorecen con un trabajo de calidad garantizada, ya sea diseñando viviendas modelo para el sector público (Minvu, un parque laguna, una multicancha o viviendas rurales, entre otros.

 

 

 

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