OPINIÓN

“Suicidio de adultos mayores” Por Elías Úbeda Greig, psicólogo Clínico y Forense

Chile posee una alta tasa de sobrevivencia comparado con otros países de Latinoamérica. Eso significa que las mujeres están alcanzando una edad media cercana a los 85 años y los hombres a los 80.

Esta es una etapa que debiera representar un momento de descanso, felicidad, de oportunidad para compartir con la familia y los amigos, de realizar actividades recreativas.

Sin embargo, vemos como se repite la noticia de adultos mayores que deciden suicidarse.

Podemos visualizar algunos factores que incidirían dramáticamente en que personas de la tercera edad decidan quitarse la vida. Por ejemplo, el momento de la jubilación significa – en muchos casos – caer en un precipicio de inactividad, una detención sin retorno que se acompaña de tristeza y añoranzas, la pérdida de proyectos personales y colectivos. La falta de trabajo, la inactividad en muchos sentidos es también otra forma de morir. Ninguno de nosotros quisiera simplemente sentarse en la plaza a alimentar a las palomas y dejar de tener una rutina diaria, una razón y una urgencia para levantarse en las mañanas.        Por otro lado, la sociedad que año a año envejece, también ha ido adoptando la soledad como una forma de vida, y así los adultos mayores cada vez pasan más a esta etapa sin una compañía amorosa, pero peor aún, en muchos casos terminan olvidados y sin visitas de sus hijos o nietos. Es que mientras pasan los años nos vamos haciendo repetitivos en nuestros relatos, nos volvemos menos sociable, y la sociedad occidental considera a sus ancianos como una carga o una molestia.

De esta forma entonces, muchos adultos mayores caen en el abandono, son dejados a su suerte, y pierden el contacto con sus seres queridos, quienes escasamente los visitan, y menos los cuidan.

Nuestros adultos mayores ven al mismo tiempo una significativa disminución de la energía y movilidad. Ya no logran hacer las actividades de siempre, y en los casos en que no se ejercitan con frecuencia, ven disminuida su fuerza, el vigor, y la movilidad.

El cuerpo se ve deteriorado, pero también la mente, con la afección causada por enfermedades como demencia senil, diabetes, osteoporosis, hipertensión, artrosis, entre otras.

Como si todo este escenario fuera suficiente, la pobreza azota a nuestra tercera y cuarta edad, debido a las pensiones de miseria. Muchos adultos mayores pasan hambre, tienen lugares precarios para vivir, no pueden pagar sus arriendos, no tienen dinero para comer o movilizarse, muchos menos para viajar o darse el descanso de la etapa de adultez tardía con la seria dificultad para cubrir sus necesidades básicas, sin poder costear medicamentos, si no es por el sistema publico o una farmacia popular.

Esto, lleva a la depresión, a la desesperanza, al insomnio, los pensamientos repetitivos y catastróficos, a la desesperación. La muerte viene a resolver el abandono de la familia y el sistema, la muerte se visualiza como el último consuelo, la muerte solo o con el ser querido, el suicidio como puerta de escape a una vida sin sentido y sin esperanza.

La invitación es a recibir el llamado de urgencia que nos dan los suicidios de los adultos mayores para hacer cambios reales al sistema de pensiones, para tomar consciencia en casa de la importancia del vínculo afectivo, de la comunicación, el acompañamiento de los abuelos y abuelas, para diluir la tristeza y la soledad, para transformar el insomnio, la desesperación y la rabia, en compañía, en solidaridad y en amor.

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