Hong Kong marcha en pro de la democracia en aniversario del retorno a China

Hong Kong vivió el aniversario de su retorno a las manos de China, hace hoy 18 años, con una nueva protesta prodemocracia a la que se sumaron decenas de miles de personas, un número por debajo de lo esperado por los organizadores y que evidencia que el movimiento pierde fuerza.

Desde 2003, los hongkoneses salen a la calle el día 1 de julio, aniversario de la vuelta de la excolonia británica a China, a pedir mayores libertades como el sufragio universal y la tradicional marcha tampoco falló este año.

No obstante, la protesta contó con una de las participaciones más bajas desde el inicio de este movimiento al quedarse lejos de las 100.000 personas que los organizadores esperaban congregar, según comentaron activistas y observadores.

Bajo el lema «Construir democracia, recuperar el futuro», los organizadores, el grupo Frente Civil de los Derechos Humanos, dijeron que la convocatoria era una oportunidad para dar un nuevo rumbo al movimiento democrático y establecer una nueva agenda política, tras un año de intensas manifestaciones pro libertades.

La marcha se produjo este año trece días después de que el Parlamento de Hong Kong rechazara la reforma electoral propuesta por China que planteaba la oportunidad de implantar, por primera vez, el sufragio universal en las próximas elecciones al Gobierno de Hong Kong en 2017, si bien con el requisito de que todos los candidatos debían ser preseleccionados por Pekín.

El rechazo a la propuesta supone un desafío a Pekín y eleva las dudas sobre el desarrollo político de la excolonia británica para los próximos años, siete meses después de las multitudinarias protestas que se popularizaron bajo el nombre de «la revolución de los paraguas».

«Mientras no tengamos un sufragio universal no vamos a dar un paso atrás», dijo Ken Tsang, uno de los legisladores liberales vinculado al Partido Cívico al inicio de la marcha.

Los convocados tardaron más de cuatro horas en recorrer los más de dos kilómetros de recorrido, portando pancartas y paraguas amarillos, símbolo de la revolución que en 2014 ocupó las portadas de la prensa de todo el mundo.

«Estamos aquí para demostrar a la ciudad y a China que no nos rendimos, queremos auténtico poder decisión de nuestro futuro político», comentó a Efe el estudiante Paul Chen, a las puertas del parlamento de Hong Kong, donde se dio por concluida la marcha.

«China tiene miedo de nosotros, de nuestro poder de decidir lo mejor para nosotros, nuestro deber es acabar con ese miedo, porque no somos cobardes», dijo por su parte Hellen Hau, otra de las manifestantes que participó en todo el recorrido.

Horas antes de la multitudinaria manifestación y durante su discurso para celebrar el décimo octavo aniversario de la entrega de Hong Kong a China, el jefe del Gobierno de Hong Kong, Leung Chung-ying, aseguró que los problemas de la ciudad no pueden ser resueltos únicamente por la instauración de un sistema democrático.

El discurso de Leung se produjo en medio de protestas de pro democráticos que pidieron su dimisión y que, en algunos casos, llegaron a quemar fotos del político y de la bandera de Hong Kong.

Hong Kong, única región en el territorio chino que goza de un alto grado de autonomía, incluyendo la libertad religiosa y de prensa, aún se recupera del final de las protestas pro democracia que vivió durante 78 días el año pasado y que no consiguieron su objetivo: sufragio universal para la isla.

Sin embargo, las tensiones en la ex colonia británica no son sólo políticas. Hong Kong, una de las economías más estables del mundo, hace frente a brechas sociales cada vez más amplias, algunas de ellas con sus vecinos de la parte continental.

El incremento del precio de la vivienda, la diferencia cada vez más amplia entre ricos y pobres y la sensación de mayor presencia de ciudadanos chinos en Hong Kong haciendo uso de los recursos de la ciudad son algunos de los motivos.

El año pasado 47 millones de chinos de la parte continental visitaron Hong Kong, según cifras del Gobierno, y saturaron en ocasiones el funcionamiento de servicios como el educativo, sanitario o el de transportes, concebidos para atender a los siete millones de habitantes de la isla.

Esta circunstancia provocó también una sensación general de invasión cultural y ha estimulado la aparición del movimientos localistas en contra de los ciudadanos de la parte continental de China.

Pese a medidas impuestas por los gobiernos de ambas fronteras para controlar la situación, protestas, enfrentamientos y detenciones han venido produciéndose en los últimos meses entre ambas partes.

EFE

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