OPINIÓN

La épica del dialogo y de los acuerdos ( por Rodrigo Rojas Veas, Rector Santo Tomás Copiapó )

Nos encontramos ya inmersos en un ciclo de 2 años en que el país tomara grandes definiciones para el corto, mediano y largo plazo. Habrá elecciones de autoridades locales, regionales y nacionales y, ya a la vista, el plebiscito de entrada que inaugura el proceso constitucional y que nos interpela a tomar dos importantes decisiones: si queremos o no una nueva constitución y cuál será la Institución que la redactará, una convención constituyente o una convención mixta, en caso de que triunfe la opción apruebo. Al final de todo un plebiscito de salida, en el que la ciudadanía está llamada a ratificar los contenidos de la nueva constitución. Este proceso es, a mi juicio, el más importante pues nos proveerá de un nuevo ordenamiento jurídico, fijará las atribuciones y los límites del ejercicio de los poderes públicos, además de establecer los deberes y garantías de cada persona por un periodo de tiempo que se supone prolongado. Dado su carácter de marco de la convivencia social, la nueva constitución debería erigirse en una suerte de pacto o contrato al que adhiera una significativa proporción de quienes tendrán la oportunidad de participar en su sanción.

 

Eso es lo esperable y para ello se requiere fortalecer el diálogo y generar acuerdos.

 

Sin embargo, lo que se aprecia hasta ahora es precisamente lo contrario. En los medios y en las Redes sociales, ganan espacio los discursos que escapan de la moderación y que exacerban la radicalidad. La polarización, que hasta ahora se atribuye solo a las elites, preocupa desde hace tiempo por las negativas implicancias que sabemos tiene para cualquier sociedad. En este marco, conceptos como acuerdo y consenso han adquirido una connotación negativa y son castigadas por quienes se erigen en modernos catones, los que desconocen que han sido los acuerdos fundamentales los que han permitido el avance de las libertades y el progreso como nunca antes había ocurrido en nuestra historia.

 

Para animar a reflexionar sobre los alcances de este fenómeno, me permito citar textualmente lo que nos dice la escritora y periodista franco/marroquí Leila Slimani «Estamos en una sociedad en la que se sobrevalora lo radical. Como si la persona radical estuviera realmente comprometida (…). Hay mucho confort en ser radical. Es fácil ser radical. Es mucho más fácil indignarse que pensar».

Aunque suene anacrónico y carezca de épica, la historia y el sentido común recomiendan abordar los debates con serenidad, rigor y apertura. A esta sana práctica le denominaban “sentido de Estado” y creo nos vendría muy bien en los tiempos que vivimos.

 

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba