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La ruta de la energía solar en Chile

Hace casi cuatro años, en agosto de 2016, la ex Endesa -hoy Enel- tomó una decisión histórica: la devolución de derechos de agua asociados a cinco iniciativas hidroeléctricas. Tal medida, sumada al fin del proyecto HidroAysén unos años antes, revelaron que este sector cambiaba su foco y dejaba de insistir con estas inversiones de gran tamaño para enfocarse en desarrollos menores y, además, renovables.

Desde entonces, las centrales renovables han ido cobrando protagonismo en materia de generación eléctrica, específicamente las eólicas y solares. Y ha sido precisamente esta última fuente de generación la que ha tenido el crecimiento más explosivo durante los últimos años en Chile. Las razones son diversas, pero la más contundente tiene que ver con la geografía local.

El país en general presenta niveles atractivos para el uso del recurso solar, pero es la zona norte la cual ostenta la radiación más alta del planeta. No sólo eso. Para hacerse una idea: Puerto Montt posee niveles de radiación similares a la Región de Bavaria, lugar con la mayor radiación solar de Alemania, país pionero en el desarrollo de esta industria a nivel mundial.

Las cifras también confirman el fenómeno que se ha producido en el país. Hoy, la energía solar fotovoltaica ofrece una capacidad instalada de 2.643 MW, representando el 11% de la capacidad eléctrica neta del Sistema Eléctrico Nacional.

A ello se suma que existen otros 2.016 MW solares que se encuentran actualmente declarados en construcción por la Comisión Nacional de Energía (CNE) al 31 de diciembre de 2019, por lo que estos proyectos podrían entrar en operación entre enero de este año y octubre del 2021.

Otra arista que explica este panorama está en que en los últimos años la inversión que se requiere para estas centrales ha ido disminuyendo. Según cifras de la CNE, el costo unitario de inversión para un proyecto solar fotovoltaico, es de US$970 por KW instalado y uno eólico, US$1.361. En cambio, el costo unitario que necesita una central hídrica de pasada es de US$4.050 por KW.

Pero hay dos escenarios que incrementarían a corto y mediano plazo la ya potente penetración de energía solar en la matriz chilena. Se trata tanto del plan de descarbonización puesto en marcha por el gobierno -el cual abre el espacio para la incorporación de más de 1.000 MW solares- como la estrategia de carbono neutralidad al 2050, la que establecerá metas sectoriales en materia de reducción de emisiones de CO2, así como también la aplicación de impuestos al carbono.

Para Ignacio Rodríguez, presidente de la Asociación Chilena de Energía Solar (Acesol) y abogado socio de Impacto Legal, la generación solar seguirá siendo y se fortalecerá como la energía primaria renovable y limpia más masiva, descentralizada y atomizada del país.

“Esto, no sólo a nivel de grandes empresas generadoras y consumidoras, sino que también a nivel de autoconsumo residencial, generando grandes espacios para la transferencia tecnológica y ecosistemas de emprendimiento y economía local en la base de la pirámide”, señala el ejecutivo.

No obstante, Marco Vaccarezza, director del área de Desarrollo de Negocios del Centro de Tecnologías para la Energía Solar de Fraunhofer Chile, advierte que sin una alta participación de energía solar, en combinación con otras fuentes renovables como energía hidráulica, eólica, geotérmica o mareomotriz, será imposible que Chile alcance la meta de llegar a la carbono neutralidad al 2050.

“La participación total de la energía solar debería llegar a 50% o más, tanto en tecnologías fotovoltaicas (PV) como concentración solar de potencia (CSP)”, plantea el profesional.

Deuda con la generación distribuida

Los análisis coinciden en que a gran escala, el desarrollo de la energía solar está adquiriendo mayor relevancia gracias al diseño de las licitaciones y las regulaciones aprobadas.

Pero no ocurre lo mismo con la generación distribuida (sistemas de pequeña escala) que, a grandes rasgos, consiste en la instalación de paneles fotovoltaicos, en hogares y empresas, para que los usuarios generen su propia energía, obteniendo así ahorros en su consumo eléctrico, además de recibir un pago por esto.

Ante ello, el presidente de Acesol propone avanzar en el financiamiento de la generación distribuida, con el objetivo de empoderar a la población en el uso, autoconsumo y ahorro de la energía. ¿La fórmula? Cree que se requeriría implementar un esquema parecido al programa PACE en Estados Unidos. Sistema en el que las instalaciones solares son tratadas como un inmueble por adherencia vía crédito hipotecario, donde los bancos tomarían una garantía real sobre la propiedad raíz al cual acceden, siendo fácilmente transferibles a los futuros compradores del bien raíz.

“Esto trae beneficios para todos. Los bancos colocan dinero, las empresas solares instalan más paneles y el beneficiario dueño de casa ahorra energía -en un monto igual o superior al monto de su dividendo- y aumenta la plusvalía de su inmueble”, manifiesta Rodríguez, destacando que tal como ocurre en California, el país necesita un incentivo tributario para el autoconsumo solar.

Algo que comparten en el Centro de Tecnologías para la Energía Solar de Fraunhofer Chile, quienes dicen que el Estado debería impulsar más regulación de apoyo para estas instalaciones, otorgar más incentivos y despejar algunas trabas que aún existen. En su opinión, hay mucho potencial por desarrollar en los sistemas de menor escala.

También postulan que se debería impulsar, en mayor medida, el uso de sistemas solares para aplicaciones térmicas, tanto en el sector residencial como industrial, y que se potencie la regulación en aras a facilitar el desarrollo de servicios de flexibilidad, almacenamiento en sus diversas fuentes, tales como sistemas de baterías, embalses, entre otros.

“Muchos consumos térmicos hoy abastecidos con calderas diésel, de gas o incluso leña, pueden ser complementados o reemplazados parcialmente con sistemas de concentración solar, capaces de producir calor de proceso en un amplio rango de temperaturas”, complementa Marco Vaccarezza, director del área de Desarrollo de Negocios de la entidad.

De esta manera, el futuro para la energía solar se proyecta auspicioso dadas las oportunidades que se le abren no sólo gracias a éstas y otras aplicaciones, sino en particular con el hidrógeno verde. Un combustible en el que el país puede convertirse en un importante productor, ya que asoma como la alternativa sustentable del diésel.

Producido a través de electrólisis, que consiste en la separación de la molécula de agua en hidrógeno y oxígeno usando electricidad, a partir de energía solar y eólica, el hidrógeno verde se posiciona como uno de los pilares de la meta establecida para el país, que apunta a alcanzar la neutralidad de carbono al 2050.

“En este contexto, el hidrógeno funciona como un excelente vector energético que permite ‘transportar’ energía solar o eólica de bajo costo hacia otros sectores industriales, extendiendo el uso de energías limpias -sin emisiones- en transporte e industria”, comenta Vaccarezza, de Fraunhofer Chile.

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