OPINIÓN

Por la razón… ¿o la fuerza?. (Por Rodrigo Rojas Veas – Rector Santo Tomás Copiapó)

 

En estos últimos días la agenda nacional se ha visto copada por el litigio en el Tribunal internacional de La Haya, en el que Bolivia entabló una demanda que busca obligar a Chile a negociar una salida soberana al mar para dicho país a través del expediente de un fallo de este tribunal. Mientras Bolivia pretende forzar a Chile a negociar la cesión de territorio, nuestro país defiende la posición de haber cumplido a cabalidad los tratados vigentes que otorgan derechos de transito y condiciones preferenciales para las exportaciones bolivianas en puertos chilenos.

 

Es un diferendo de larga data en el que se enfrentan visiones encontradas entre ambos países. Entonces, para resolver las diferencias, nuestros países han conferido autoridad a un tribunal internacional imparcial el que tomará una resolución que deberá (ía) ser aceptada y aplicada. Ambas comunidades, la chilena y la boliviana, entienden que se debe transferir la capacidad de analizar y buscar soluciones a la controversia a través de este tercero independiente, concurriendo y aceptando las condiciones que determina esta instancia de justicia. Es difícil imaginar que alguien tenga la tentación de buscar mecanismos de solución a este conflicto por medio de la fuerza, las imposiciones o las amenazas. A estas alturas del desarrollo del sistema internacional de naciones nadie entendería que la fuerza primará por sobre la razón en la relación entre países.

 

Hasta aquí todos de acuerdo, pero ¿ocurre lo mismo en el país?

 

Días atrás asistimos con estupor a la violencia ejercida por un grupo de personas en las entrañas de un campus universitario para impedir que un ex candidato presidencial participará de un dialogo con estudiantes. Fueron escenas que provocaron rechazo en la mayor parte de la sociedad chilena, la que ha definido como un componente esencial de su sistema de convivencia lo que se conoce como pluralismo. La mayoría de quienes conformamos la sociedad chilena entendemos que somos parte de un sistema en el cual se acepta, tolera y reconoce la variedad de doctrinas, posiciones, pensamientos, tendencias o creencias. Esta variedad ideológica y doctrinaria de hecho se expresa hoy con nitidez en el parlamento, lo que todos entendemos como algo positivo y necesario.

 

Podemos estar en total desacuerdo con las ideas de otros, pero llegar a la coacción para evitar la expresión de estas es un camino que nos lleva inevitablemente a la descomposición de la convivencia pacífica.

 

No podemos permitir bajo ningún concepto que la fuerza de la sinrazón se imponga.

 

Nuestro país aspira al desarrollo y una cuestión trascendental es contar con una democracia que valore la diversidad y promueva el diálogo, la inclusión, el respeto y la tolerancia. A la construcción de este bien social de interés público debemos contribuir todos.

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