Después de 17 años cerrado, el Teatro Municipal de Iquique reabrió oficialmente sus puertas, marcando un hito para la cultura y el patrimonio de la Región de Tarapacá. El histórico recinto del siglo XIX, restaurado en su totalidad, vuelve a ser un eje cultural de proyección nacional e internacional.
Jorge Granfer, coordinador de gestión cultural de la Municipalidad de Iquique, destacó la integridad estructural del edificio: “Este teatro en su nave central y en toda su estructura es de pino oregón y no ha sufrido nunca incendios ni daños por terremotos”. Lo definió como “un teatro de bolsillo del siglo XIX, completamente restaurado de una forma muy bella”, que conserva su fachada neoclásica, con columnas y esculturas de madera representando a cuatro musas que miran hacia la Plaza Prat.
El renovado recinto cuenta ahora con 629 butacas y una escenotecnia de última generación. Según el Ministerio de las Culturas, este equipamiento lo convierte en “el teatro con la escenotecnia más moderna de Chile”.
Las obras de restauración, finalizadas en marzo de este año, estuvieron a cargo del Ministerio de Obras Públicas y representaron una inversión superior a los 10 mil millones de pesos. “Estamos felices, porque vamos a tener una plataforma cultural no solamente nacional, sino también de carácter internacional: uno de los pocos teatros de madera de pino oregón que quedan en el mundo”, señaló el gobernador regional de Tarapacá, José Miguel Carvajal.
Por su parte, la ministra de las Culturas, Carolina Arredondo, valoró “lo conmovedor de la infraestructura y el trabajo de restauración, de recuperación que se hizo”.
El regreso del Teatro Municipal fue celebrado con el estreno de la ópera Lágrimas de Sal, del compositor Rodolfo Miranda Mesías. La obra está ambientada en la matanza de la Escuela Santa María, ocurrida el 21 de diciembre de 1907, y rescata la memoria obrera y pampina de la región. “Es la primera ópera iquiqueña, un hito que honra también la identidad del desierto, la pampa, habla del mar”, expresó el autor.
Con una duración de 55 minutos, la pieza presenta una historia de amor atravesada por uno de los episodios más dolorosos de la historia obrera en Chile. El equipo creativo de la ópera está integrado por Bernardo Ilaja Valdivia en la dirección musical; Daniela Portillo y Jorge Miranda en el diseño escénico; Sebastián Rodríguez en los efectos visuales; y Lissie Suasnábar en la coreografía.
