La élite chilena; parlamento y ejecutivo ( por Guillermo Cortés Lutz, Doctor en Historia, Grupo de Estudios de Atacama GEA )
Desde que nos independizamos de España, la aristocracia se fue transformando en oligarquía, en la medida que fue integrando nuevos miembros, algunas veces por interés, otras porque no tenía otra opción. Las primeras instituciones republicanas, especialmente el parlamento, fue capturado por los ricos y poderosos, quienes definen que su funcionamiento y normalidad es indicativo de democracia. Con las guerras civiles entre liberales y conservadores, de la oligarquía de la zona central, pasan a apropiarse del poder Ejecutivo, todo ello bajo el marco sacrosanto de la Constitución y la ley. Fue así que el poder constituyente siempre fue de ellos, de la clase dominante, definiendo a su antojo los derechos políticos de Chile y sus productos fueron las Constituciones de 1812, 1818, 1823, 1826, y 1828. Después con el triunfo de Diego Portales y del militar José Joaquín Prieto los conservadores dan forma a la Constitución hiper presidencial de 1833, ultra vigilante, católica y abusiva en cuanto favorece a Santiago, a los ricos y a los poderosos. En todos estos constructos están las rancias familias oligarcas, excluyendo a los demás chilenos y chilenas. Por su parte existieron luchas revolucionarias como la de los atacameños de 1859, quienes buscaban más participación de las provincias, cambio a la Constitución y por primera vez integración de otras capas de la sociedad, pero esta revolución fue coaptada y posteriormente vencida. Estuvo también la revolución de Balmaceda, donde el Congreso chileno no solo se opondrá al presidente, la traición y la contrarrevolución de esas rancias familias, se oponían a que el pueblo chileno y el Estado progresaran y de paso ellos se enriquecían. Era el sempiterno y peligroso juego de poder de la élite, entre Ejecutivo y Legislativo.
Transcurrido el tiempo el sistema educacional del siglo XX, nos enseñó y nos adoctrinó, indicándonos que ellos eran familias bien, forjadores de la patria y del Estado, y pasaban del Congreso al Ejecutivo y viceversa, esto apoyado por la historia clásica de Barros Arana, Francisco Encina, de Jaime Eyzaguirre. Pero, ya el devenir de Chile y de su pueblo vivían periodos de cambio, el rol de Luis Emilio Recabarren, de las mutuales y los sindicatos, vienen a remover la sociedad chilena, se organizan partidos políticos de corte obrero desde 1912. El año 1925, Alessandri, el León de Tarapacá, pone en vigencia la Constitución democrática, pero nuevamente hiper presidencial, en algo se avanzaba. El año 1932, se nos viene la República Socialista con el copiapino Marmaduke Grove Vallejos y luego el Frente Popular con Pedro Aguirre Cerda, donde se acuñó que Gobernar es Educar y se tenía un Estado emprendedor con la Corfo y la creación de empresas del estatales, allí estuvo el salto cualitativo de Chile. Pero, la élite, las grandes familias y las nuevas que accedían a ese grupo de privilegiados , estaban preparando nuevamente su asalto al poder. Con la llegada de la Unidad Popular, en septiembre de 1970, hubo un gobierno de corte profundamente progresista, donde se avizoró el desarrollo y con ello la democracia económica, la participación política y la justicia social, pero el golpe de estado del 11 de septiembre de 1973, de inusitada violencia, pone fin a todo atisbo de desarrollo, cayendo en la destrucción de la economía chilena, se destruye la educación, la salud, la industria nacional, la vivienda, las pensiones, como la que le robaron a mi madre. Todo ello bajo el amparo de la espuria y poco democrática Constitución de 1980. Las grandes familias, vuelven a la sombra de las fuerzas armadas, primero solapadamente y luego con absoluto descaro y desparpajo al poder y desde allí son cómplices de las violaciones a los derechos humanos y de paso dan el zarpazo para apropiarse del patrimonio económico de Chile . Amparados por la constitución y la ley.
Con el retorno a la democracia, re aparecen las otras familias, las de centro y de izquierda, dispuestas a forjar ahora sus propias dinastías y a contarnos sobre el heroísmo de ellos y debimos escuchar de sus abuelas, de sus padres y de ellos y de sus vidas heroicas en el exilio, las nuestras, las del pueblo y de los trabajadores, no interesan.
Nos hemos pasado la vida escuchando sus bodrios, de los bueno de sus universidades, incluso, algunos no nacieron en Chile, lo hicieron en Estados Unidos o se criaron en Europa, y sorprendentemente son nuestros representantes. Nos han contado de su vocación de servicio público y así algunos han estado hasta 24 años como parlamentarios o al amparo de los altos cargos de gobierno.
La decante élite chilena, ineficiente, rapaz, ególatra, soberbia, que ha transitado entre el ejecutivo y el Congreso, pero también en otras altas tribunas de exposición públicas, sin duda son un lastre para la clase media y el pueblo trabajador. No los necesitamos , no necesitamos su bazofia de supuesta valentía, ni su prosapia heroica familiar. Hoy podríamos avanzar por un nuevo rumbo, donde las mujeres, los pueblos originarios, los hijos de empleados públicos, de los empleados del retail o los pequeños mineros, del pueblo exonerado, de los pescadores, las temporeras, las costureras, también podríamos conducir a Chile y tal vez después de tanta audacia cretina de la oligarquía, es seguro que lo conduciríamos por un mejor camino.
Tanto veneno, odio y resentimiento en el artículo del Dr. Cortes !!!!
Soy un profesional hijo de empleado público, pero no comparto las cuchillas de sus palabras.