Obras de mitigación en Río Salado no son suficientes para evitar nuevas catástrofes

Según investigación de la Universidad de Atacama UDA:

La investigación de la casa de estudios superiores señala lo siguiente a la letra :   “La noche y madrugada del 12 y 13 de mayo pasado, se registraron precipitaciones de gran intensidad desde la costa a la cordillera del valle del Río Salado.”

Agrega que, “un panorama complejo de predecir -dada la extrema aridez de la zona- que además activó las quebradas costeras más importantes de Chañaral, generando una situación que ninguna autoridad o institución se planteó en los días previos al frente climatológico. Una baja isoterma y la experiencia adquirida por la población en los aluviones anteriores, sobre todo, tras la tragedia del 25M, evitaron desgracias mayores.”

Y prosigue, “en este escenario, investigadores de la Universidad de Atacama, liderados por el geólogo Manuel Abad y el tesista, Sebastián Galleguillos, elaboraron una cartografía de las zonas inundadas, trabajo que determinó que la superficie afectada por las últimas inundaciones corresponden aproximadamente a 1 km2, constituyendo el 17% del área urbanizada de Chañaral y los terrenos del borde litoral sin construir.”

“Estos datos contrastan con los del 25M de 2015, cuando más del 35% de Chañaral fue afectado dramáticamente por los aluviones. Si bien la cartografía muestra que la descarga de agua y sedimento del Río Salado fue menor, las zonas afectadas -en ambos casos- coinciden de forma asombrosa y la “sombra” de las últimas inundaciones queda casi siempre dentro de la que dejó el aluvión de 2015”, explica Abad.

El científico agrega que el desborde del río hacia ambos márgenes se produce en forma parecida y por las mismas causas en los dos eventos: la insuficiente capacidad de desaguar la crecida del puente que atraviesa el Río Salado en las inmediaciones de la calle Arturo Prat, que parece haber favorecido su desborde y desviado gran parte del flujo hacia el sector bajo de la ciudad, inundándolo en la mañana del 13 de mayo.

Mientras que en el segundo caso, el río experimentó una brusca descanalización al alcanzar la Calle Merino Jarpa, esta vez asociada con un escalonamiento geomorfológico existente en el relieve, también llamado terraza, una elevación natural que separa una amplia zona urbanizada, que queda elevada con respecto al cauce del Salado varios metros de otra zona más baja, que es por donde naturalmente el río debería desembocar y dónde deposita su sedimento durante las crecidas.

“En ese punto el Salado se abre como un abanico y busca la costa mar a través de los distintos canales que atraviesan la playa y se ensanchan progresivamente hacia mar. Así, la erosión construye, en la llanura litoral, dos grandes bahías, similares a las formadas durante el 25M, que en ese momento ya estaban casi colmatadas por las arenas arrastradas por el oleaje tierra adentro”, precisa Abad.

Cabe consignar, según los análisis de la UDA, que el exceso de sedimentos y agua acarreadas por el río utilizó estos canales y bahías para desaguar de forma mucho más efectiva la crecida, evitando la acumulación de agua en la parte baja de la ciudad. “Dicho de otra forma, la configuración adquirida por la desembocadura del Río Salado tras el 25M ayudó a que la inundación de las calles de la parte baja de Chañaral no fuera más perjudicial. La naturaleza, a veces, resulta ser el ingeniero más eficiente”, añade el geólogo.

Por otro lado, el estudio indica que la activación de las quebradas costeras, Conchuelas y Cabritos, así como otros pequeños abanicos y regueros, marca una diferencia significativa con el escenario hidro-meteorológico del 25M. “Las intensas lluvias registradas sobre la ciudad (se calculan unos 25 mm en menos de 90 minutos), aceleradas por la pendiente y ayudadas por la nula capacidad de infiltración del terreno, hicieron funcionar elementos geomorfológicos que, no sólo parecían muy improbable que se activarán, sino que además lo hicieron con gran virulencia”, señala Sebastián Galleguillos.

De forma preliminar, los profesionales de la UDA calcularon un caudal de 100 m3/s para la Quebrada Conchuelas, “un dato impresionante considerando la aridez de la zona y la limitada extensión de su cuenca de recepción. Todo este volumen de agua y fango recorrió con gran velocidad las calles de Chañaral desde su zona alta, buscando el mar, acumulándose en su parte baja en la madrugada del sábado, antes de que el Río Salado se desbordara”, sostiene Abad.

Agrega que “la piscina decantadora localizada en la entrada de esta quebrada en la ciudad hizo en parte su trabajo, reteniendo el sedimento grueso y laminando algún tiempo la crecida. Sin embargo, la obstrucción de un pequeño puente que cruza la Calle Conchuelas causó que una parte del flujo se desviara hacia el norte, para converger con el Río salado, provocando al mismo tiempo la inundación del Hospital de la ciudad”.

El análisis muestra además que “simultáneamente se produjeron daños locales, pero severos, en algunas construcciones en la entrada sur de la ciudad y al pie del Cerro Botín al este. Sólo una altísima intensidad de precipitación, en algunas etapas breves del evento, puede justificar una descarga de agua y sedimento tan importante, desde formas tan pequeñas, como para derrumbar muros de contención, anegar viviendas y arrastrar vehículos”.

Recomendaciones

Los científicos indican que el evento hidro-meteorológico de mayo de 2017 subraya múltiples cuestiones para tener en cuenta. “La primera, sin lugar a dudas, es el comportamiento errático del clima del desierto de Atacama. El cambio climático puede suponer un enemigo oportuno al que culpar, pero lo cierto es que fenómenos similares han ocurrido varias veces en el pasado. Puede volver a pasar una década sin que llueva o puede llegar otro diluvio a final de este mes. Nadie lo sabe. Y esa no es excusa para dejar de estar preparados.  Ante esta imprevisibilidad del clima es importante que la población y las instituciones responsables tomen conciencia de la amenaza a la que se está expuesto”, destaca Abad.

Junto a ello, indica que “el sistema tiende a autorregularse, es decir, el Río Salado está tomando el terreno que es suyo, buscando su camino al mar y, hasta cierta medida, lo debemos respetar. El río debe ser canalizado de forma más eficiente hasta que alcance la línea de costa, entonces es fundamental aplicar medidas de mitigación y prevención adecuadas en otros puntos críticos, por todos conocidos ahora, para salvaguardar las zonas bajas pobladas de la ciudad”.

Un tercer punto, según Abad es que “no debemos subestimar la capacidad destructiva de la naturaleza. Las obras hidráulicas posteriores al 25M, tanto del Rio Copiapó como del Salado, están infradimensionadas. Es indudable que quienes las planificaron, no conocían bien como han funcionado estos sistemas fluviales en las últimas décadas, ni pensaron que circunstancias similares a las del 25M pudieran volver a repetirse en un lapso de tiempo tan corto, poniendo en evidencia que las obras de intervención realizadas sobre los cauces de estos ríos no son suficientes para evitar nuevas catástrofes. Qué nunca más vuelvan a producirse, cueste lo que cueste”.

 

 

 

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba