OPINIÓN

Egresar de la Educación Superior… (y no morir en el intento) ( por Rodrigo Rojas Veas , rector Santo Tomás )

 

Uno de los indicadores esenciales que da cuenta del resultado de los proyectos educativos de Educación Superior, es el del egreso oportuno. Este indicador se entiende como el tiempo que un alumno demora en terminar sus estudios, por lo que mientras más cercano sea al de la duración formal de la carrera, más “oportuno” se considerará. La evidencia desde hace tiempo nos muestra que en nuestro país los jóvenes tardan en egresar de sus carreras y por tanto se ha planteado que las Instituciones de Educación Superior deben dedicar parte importante de sus esfuerzos en mejorar estos resultados. Recientemente conocimos el Informe de la OCDE, Education at a Glance,
realizado este año el que abordó la graduación oportuna de los alumnos, concluyendo que en Chile: ‘Solo 16% de los estudiantes que entran a un programa de bachiller de 3 o 4 años de duración, se gradúan en la duración formal, la tasa más baja de todos los países investigados,

Como ocurre en fenómenos de este tipo, las causas son variadas por lo que trabajar en la solución se hace complejo. Los estudios realizados identifican entre otras causas probables, la mala formación escolar que hace que los estudiantes no lleguen lo suficientemente preparados para afrontar las exigencias de la Educación Superior. También se señala la rigidez de las mallas curriculares y la cantidad de asignaturas que deben inscribir los alumnos semestralmente, las que en Chile están entre 6 y 7 mientras en otros países llegan a solo 4. Asimismo, una significativa cantidad de alumnos hoy trabaja y estudia, son padres de familia o tienen otros familiares a los que cuidan, por lo que su perfil no está suficientemente considerado y ello afecta sus resultados académicos.

 

Pero, dentro de lo preocupante, hay un dato que invierte la tradicional diferencia de género que se da en otros niveles educacionales, en los que los resultados de los alumnos tienden a ser superiores al de las alumnas. Esto por cuanto el informe consigna que ‘las mujeres tienen mayor probabilidad de completar su grado en Chile. En 2017, un 19% de las alumnas que ingresó a un programa de bachiller en el país se graduó en la duración formal, en comparación a un 11% de los hombres. Incluso con tres años adicionales, la tasa de egreso de las jóvenes se eleva a 60%, mientras que entre varones llega a un 45%”. Dentro de un marco de resultados precarios que reclaman una necesaria mejora, las jóvenes presentan una mejor retención, menor tiempo para egresar de sus carreras y se titulan en mayor cantidad que sus pares varones.

 

Sin perjuicio de lo anteriormente señalado, la Educación Superior sigue otorgando a quienes se esfuerzan por culminar sus estudios, incentivos innegables.  El mismo informe de la OCDE determina que “El 84% de los egresados de la enseñanza terciaria tiene trabajo, una cifra similar a la de los países desarrollados. Y quienes tienen una licenciatura suelen ganar cerca de 163% más que los que solo llegaron hasta 4° medio”.

La mayor empleabilidad, las mejores remuneraciones y el mejoramiento del capital sociocultural, ratifican que la función de movilidad social de la Educación Superior es insuperable.

 

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