OPINIÓN

Femicidios – Por Elías Úbeda Greig (Psicólogo Clínico)

Los medios gubernamentales, y de información, dan cuenta de que el femicidio es un asesinato contra una mujer por quien ha sido – o es – su pareja o conviviente. Es la forma más extrema de violencia contra las mujeres. Las condenas en Chile van desde los quince años y un día, a cadena perpetua.

El año 2017 terminó con más casos de femicidio que el año 2016. El primero fue el 19 de enero cuando una mujer fue asesinada por asfixia por su ex pareja, quien luego se suicidó. Tenían cuatros hijos en común y estaban separados de hecho. El último, registrado fue el 10 de noviembre: Una mujer de 37 años, fue asesinada por su pareja con quien vivía. No tenían hijos en común y no se registran denuncias anteriores por violencia, ni medidas cautelares.

Hace pocos días, una joven mujer recibió más de 30 puñaladas tras discutir con su ex pareja, quien en una violenta reacción la agredió con un objeto cortopunzante, por lo que debió ser ingresada a urgencia.

Quienes analizan el fenómeno, lo atribuyen – con justa razón – a un sistema social machista, donde impera el sentido de posesión y la fuerza del hombre por sobre la de la mujer, en un contexto discriminatorio y de desigualdad de derechos.

Pero si usted me permite, creo que es necesario profundizar el análisis, o al menos ampliarlo, diciendo que no sólo el machismo mata. El modelo social imperante induce a sus ciudadanos al consumo y la cosificación. Lo importantes, es la posesión por sobre todas las cosas, y a toda costa. Debemos competir incansablemente, y poseer nuevos y mejores bienes, poseer objetos y personas. La posesión con sentido egoísta que envenena las relaciones de amistad, familiares y especialmente las de pareja.

La forma actual de vida también nos somete a una cultura de lo inmediato, donde todo debe estar a mi disposición, aquí, y ahora. Satisfaciendo nuestras necesidades de forma impulsiva, dejando de lado la paciencia, la capacidad para esperar turnos, para entender los procesos personales, sociales y de los otros; quienes deben estar a mi disposición permanente.

Esta cosificación también está marcada por el hecho de que hoy todo es desechable, los artículos, los bienes, y las personas. No se profundizan los vínculos, sino que se mantienen en cuanto constituyen o satisfacen el principio egoísta de otorgar rápida satisfacción; como el cuento en el que alguien se mira en el lago no para conocer los secretos del lago o admirar su belleza, sino porque en estas aguas puede reflejan su belleza. De ahí entonces, nos lleva a la despersonalización de las relaciones interpersonales y sociales.

En resumen, la forma en que concebidos el modelo de vida y económico, el modo en que establecemos nuestras relaciones interpersonales, un modelo donde existen personas de primera categoría y otros de segundo nivel (o peor) como: extranjeros, negros, mujeres o de la diversidad sexual; ni qué decir de los pobres quienes para este modelo sólo son flojos, drogadictos, delincuentes y malos padres; que sólo desean continuar una gran vida licenciosa a expensas de la mantención del Estado. Hagamos entonces, el llamado a HUMANIZAR antes que a COSIFICAR, a entender antes que discriminar, a empatizar antes que etiquetar. Y por cierto, poner por sobre el peso chileno, el euro, el bitcoin o el dólar; al ser humano y la fraternidad.

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