
Este jueves, la Iglesia Católica vivió un nuevo hito en su historia tras la elección del cardenal estadounidense Robert Prevost como nuevo sumo pontífice, quien adoptó el nombre de León XIV, convirtiéndose así en el papa número 267 y en el sucesor del fallecido Francisco.
El anuncio fue realizado desde el balcón central de la Basílica de San Pedro por el protodiácono Dominique Mamberti, luego de que la tradicional chimenea de la Capilla Sixtina emanara el humo blanco que señala el consenso entre los 133 cardenales reunidos en el cónclave. Minutos después, las campanas de la Basílica repicaron confirmando la elección del nuevo líder espiritual de más de 1.300 millones de católicos en el mundo.
Nacido en 1955 en Chicago, Prevost inició su camino eclesiástico en el noviciado agustino de Saint Louis, donde asumió sus votos en 1981. Estudió Teología y Derecho Canónico en Roma, y fue ordenado sacerdote en 1982. Al poco tiempo fue enviado a Perú, país que marcaría profundamente su trayectoria, desarrollando labores pastorales en las misiones de Chulucanas, Trujillo, Iquitos y Apurímac.
Durante más de una década, ejerció diversas funciones en la archidiócesis peruana, consolidando su vínculo con América Latina. En 2014, el entonces papa Francisco lo designó administrador apostólico de Chiclayo, y al año siguiente lo nombró obispo. Desde 2018, fue vicepresidente segundo de la Conferencia Episcopal Peruana, destacando su actuación frente a la crisis generada por los abusos cometidos por el disuelto grupo Sodalicio de Vida Cristiana.
Su ascenso en la curia vaticana continuó en 2023, cuando Francisco lo elevó a cardenal y le encomendó la prefectura del Dicasterio para los Obispos, el organismo encargado de la designación de prelados en todo el mundo. También asumió la presidencia de la Pontificia Comisión para América Latina, reflejo de su conocimiento profundo de las realidades del subcontinente.
Con 69 años, León XIV se convierte en el primer papa originario de Estados Unidos, lo que marca un hecho inédito para la Iglesia. Su elección representa además una señal de continuidad con el legado de Francisco, especialmente en materias como la cercanía pastoral del clero, la transparencia institucional y el acompañamiento a las víctimas de abusos eclesiásticos.
El nuevo pontífice fue investido en la Sala de las Lágrimas, donde tradicionalmente los papas se visten por primera vez con los atuendos pontificios. Más tarde, apareció ante la multitud congregada en la Plaza de San Pedro para ofrecer su primer mensaje como jefe del Vaticano.