
El cometa 3I/ATLAS, actualmente en tránsito por el sistema solar y que tendrá su máximo acercamiento al Sol el próximo 29 de octubre, ha generado una ola de teorías y especulaciones. Aunque la comunidad científica lo ha catalogado oficialmente como un cometa proveniente del espacio interestelar, el físico teórico y astrónomo de Harvard, Abraham “Avi” Loeb, ha propuesto una hipótesis mucho más audaz: que podría tratarse de una nave nodriza extraterrestre.
Loeb, quien fue director del Departamento de Astronomía de la Universidad de Harvard y actualmente encabeza el Instituto de Teoría y Computación del Centro Harvard-Smithsoniano de Astrofísica, así como el Proyecto Galileo —dedicado a la búsqueda de tecnología extraterrestre—, ha dedicado meses al estudio del objeto desde su descubrimiento en julio. En su análisis, el científico identificó ocho características que, según él, podrían sugerir un origen artificial.
Entre ellas, destaca que la trayectoria de 3I/ATLAS está alineada a solo 5 grados del plano eclíptico del sistema solar, lo que, de ser un objeto controlado, facilitaría su acceso a la Tierra. También observó un inusual chorro de material orientado hacia el Sol durante los meses de julio y agosto, un núcleo de tamaño y velocidad superiores a los de otros objetos interestelares conocidos, y una composición química atípica, con una proporción de níquel y cianuro sin precedentes y apenas un 4% de agua en masa.
Asimismo, el astrónomo señaló que el cometa mostró una polarización negativa extrema —nunca antes vista en un cuerpo de este tipo— y que su dirección de origen coincide, aunque con una probabilidad mínima, con la célebre señal de radio “¡Wow!”.
Loeb creó una escala para clasificar los objetos interestelares, donde cero representa un cuerpo completamente natural y diez, uno artificial. En esa medición, 3I/ATLAS alcanza un nivel 4. Aunque el propio científico reconoce que las probabilidades de que su teoría sea cierta son ínfimas —de una entre diez cuatrillones—, asegura que vale la pena explorar todas las posibilidades.
“Las probabilidades son extremadamente bajas, pero no hace daño investigarlas”, sostuvo Loeb, quien insiste en que el estudio de estos fenómenos podría ampliar los límites del conocimiento humano sobre el universo.
