OPINIÓN

La ciudad, los espacios  y las mujeres. ( por Sara Arenas Marín. Directora de Carrera de Psicología Sto Tomás Copiapó )

Tomando en consideración los distintos estudios que realizó la Universidad Santo Tomás  a través de su Observatorio Regional de Opinión Pública sobre vínculo espaciales durante el año 2018, se pudieron evidenciar resultados  disímiles entre hombres y mujeres en el ámbito del espacio urbano.

Uno de ellos daba cuenta que son las mujeres las que menos se identifican y se sienten apegadas a la ciudad de Copiapó, especialmente las mujeres jóvenes, solteras y con alto nivel educacional. Por otra parte,  también observamos que el sentido de comunidad en los barrios  es más alto en las mujeres que los hombres.

Posiblemente estas variaciones estén muy marcadas por una ciudad que se ha ido construyendo históricamente desde la masculinidad, con categorías de género contrarias como “ciudad minera” y “mujeres encargadas de los cuidados”, etc., lo que configura significativas brechas sociales en este ámbito. Construir una ciudad desde las mujeres y para las mujeres es un desafío para las políticas públicas inclusivas. Ya en psicología ambiental se ha incorporado el concepto de “urbanismo feminista”, que pretende deconstruir a la ciudad para que se incorpore realmente a las mujeres en ella.

Uno de los desafíos para esta perspectiva sería dejar de priorizar la movilidad lineal, es decir los traslados en la ciudad, enfocada al hombre, en un trasporte que prioriza el viaje de la casa al trabajo y viceversa, e incorporar otras movilidades, como por ejemplo la movilidad para los cuidados. ¿Qué quiere decir esto?, que la planificación urbana construya  rutas que incorporen las experiencia de las mujeres que la habitan.

Cuando hablamos de movilidad para el cuidado nos referimos a esas prácticas sociales que realizan históricamente las mujeres para cuidar a otro/as, como el traslados de los/as niños/as para que asistan a la escuela, a los parques, a los consultorios, o el cuidado de los adultos/as mayores, etc. Porque cuando una se mueve en la ciudad, desde las  tareas mencionadas, no solo existen dos únicos puntos como la salida y llegada, sino muchos más y necesitamos vías adecuadas para esto.

Eso parece desafiante, más en Copiapó donde tenemos una ciudad que se ha ido expandiendo de forma  desordenada y con pocas vías centrales. Clave para cambiar esta mirada sería incorporar las experiencias de las mujeres que puedan dar cuenta de lo difícil y poco amigable a nivel urbano que es poder cuidar.

Los estudios antes mencionados daban también cuenta que el uso del espacio público es mayor en los barrios que fuera de ellos, es decir los barrios son más amigables que la ciudad en su conjunto, más amigables para las mujeres, ya que por su proximidad y la presencia de vecinos/as, facilitan la tarea de los cuidados. Por ello, es necesario potenciar nuestros barrios residenciales y repensar la ciudad.

Por otra parte, el mejorar los espacios desde el género nos lleva a visibilizar y desnaturalizar prácticas machistas que parecen inofensivas, por ejemplo, el uso de los patios de los colegios donde las canchas de fútbol son el centro neurálgico del mismo. Este dispositivo  permite el uso solo de algunos pocos niños/as y principalmente los varones. Hay experiencias interesantes en otras latitudes del mundo donde la cancha se transforma en una zona de multijuegos, y se observan como las niñas dejan de estar en los márgenes y ocupan el espacio e interaccionan más con los niños.

Todo esto entendiendo que  la integración  real de las mujeres en la sociedad  puede partir desde el uso de los espacios en la infancia y el reconocimiento de su trabajo en la adultez.

(Por : Dra. Sara Arenas Marín. Psicóloga, Magister en Psicología Social por la Universidad Autónoma de Barcelona, Doctora en Intervención Psicosocial por la Universidad de Barcelona.)

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