«Al parecer, la inclusión aún incomoda» Por Juan Pablo Catalán, (académico Facultad de Educación y Ciencias Sociales de la U.Andrés Bello)

¿Es posible hablar de calidad educativa si al mismo tiempo estamos negando el derecho a aprender de algunos estudiantes? Esta semana, en el Internado Nacional Barros Arana (INBA), uno de los liceos más emblemáticos del país, se filtró un audio del rector interino que ha dejado a muchos con un nudo en la garganta: «con esta cantidad de estudiantes dentro del espectro autista no hay posibilidad de volver a tener excelencia académica en el corto plazo», dijo.

Sus palabras no solo generaron indignación, también encendieron una alerta urgente. Porque más allá de la disculpa que ofreció después, lo que quedó expuesto es una mirada peligrosa: la idea de que ciertos estudiantes son un obstáculo para los logros académicos, una carga que impide avanzar.

¿Es eso lo que creemos en Chile? ¿Que la inclusión debilita, que la diferencia resta?

La respuesta, desde una mirada pedagógica y ética, es categórica: no. La inclusión no debilita la educación, la enriquece. Así lo ha sostenido la UNESCO, al afirmar que no puede haber calidad sin equidad. La OCDE, por su parte, lo confirma al destacar que los sistemas educativos más sólidos y sostenibles son aquellos que logran integrar la diversidad con apoyos efectivos y compromiso institucional. El propio Ministerio de Educación en Chile lo ha reiterado: no basta con abrir las puertas; es necesario transformar la escuela para que todas y todos puedan aprender con sentido y dignidad.

Entonces, ¿qué nos está fallando? Tal vez hemos avanzado en leyes, en diagnósticos y en discursos, pero no hemos cambiado suficientemente las creencias que siguen viendo la diversidad como un problema y no como una riqueza. Y eso duele. Porque detrás de cada frase como la del rector, hay estudiantes que escuchan que no son bienvenidos, que no encajan, que sobran.

Lo más preocupante es que las autoridades decidieron mantenerlo en el cargo. ¿Qué mensaje le estamos dando al país cuando naturalizamos la exclusión desde lo más alto de una institución pública? ¿Cómo exigimos a los docentes que practiquen la inclusión si el liderazgo escolar no la encarna?

Este no es un caso aislado. Es un síntoma. Nos muestra que aún hay quienes piensan que la excelencia se alcanza dejando a algunos fuera. Pero tal vez la verdadera excelencia esté justamente en lo contrario: en lograr que todos aprendan, en reconocer las distintas formas de ser y estar, y en construir comunidades escolares donde nadie tenga que pedir permiso para existir.

No se trata de cancelar a una persona. Se trata de hacernos cargo del modelo de escuela que queremos construir. Porque si confundimos inclusión con pérdida de calidad, entonces no hemos aprendido nada.

Mostrar más
Botón volver arriba
----fin google ----