
Celebramos estas fiestas patrias en un contexto marcado por la configuración de un periodo sociocultural y económico de crisis e incertidumbre cuya expresión es un proceso electoral, presidencial y parlamentario polarizado.
Es evidente el surgimiento y consolidación de fenómenos preocupantes que amagan la proyección de esa “Patria justa y buena” de la que nos hablaba Patricio Aylwin. Problemas de seguridad, falta de crecimiento económico, alto desempleo, informalidad, brechas en el acceso a la salud y a una educación de calidad, severo decrecimiento poblacional, carencias de habilidades digitales en la población, el uso irresponsable de la Inteligencia Artificial y la entronización de la automatización en lo laboral, todos los que nos plantean tareas estructurales que el país debe abordar con sentido de urgencia y de futuro. Pero este contexto no es privativo de estos tiempos. Muchos de nuestros antepasados vivieron procesos similares haciendo cierto aquello de que “la historia no se repite, pero rima”. En estos días ha recobrado importancia el mensaje del destacado político Enrique Mac Iver, quien el 01 de agosto de 1900 en su discurso “La crisis moral de la república” describía así la realidad nacional: “Me parece que no somos felices; se nota un malestar que no es de cierta clase de personas ni de ciertas regiones del país, sino de todo el país y de la generalidad de los que lo habitan. La holgura antigua se ha trocado en estrechez, la energía para la lucha de la vida en laxitud, la confianza en temor, las espectativas en decepciones. El presente no es satisfactorio y el porvenir aparece entre sombras que producen la intranquilidad.”
Sus palabras parecen estar plenamente vigentes.
Estamos conminados a desplegar nuestras mejores capacidades para abordar las tareas que el presente nos demanda. ¿Y dónde podemos encontrar estas capacidades?
En nuestras personas, en todas y todos quienes habitamos esta singular nación llamada Chile. En tiempos de fiestas patrias no debemos olvidar esto. Debemos disfrutar la gastronomía, honrar nuestros símbolos patrios, realizar nuestros rituales y tradiciones republicanas, pero ante todo celebrar a quienes conforman el ethos nacional: las personas.
Por qué como tan acertadamente nos decía Santo Tomás de Aquino “Amar a la patria significa ante todo amar a las personas de nuestro país”.