
En Atacama, la intemperie tiene muchas caras. No es solo el frío que cala los huesos por las noches; es también la falta de respuestas y la rutina de buscar soluciones haciendo siempre lo mismo. Son 557 personas que, día tras día, enfrentan la vida en la calle como si fueran parte del paisaje. Para la mayoría, son un dato más; para quienes caminamos con ellos, la emergencia es evidente y no entiende de estaciones.
Durante años, la respuesta institucional fue parecida al clima: predecible y cíclica. Un albergue, una cama, un plato de comida caliente. ¿Funciona? Por momentos, sí. Pero las necesidades han cambiado: hoy pesan la salud mental, las redes familiares quebradas, la migración y el alto costo de la vida.
¿Acaso una cama arregla la salud mental deteriorada, la vejez sin redes, el consumo, la violencia y la exclusión que hoy lo atraviesan todo? Lo que resulta más preocupante es que, en Atacama, no hay dispositivo como el Código Azul. Aquí, donde hay noches en que el termómetro baja hasta los 0 grados, sobrevivir es una batalla cruenta. En algunas comunas de la región no hay refuerzos de emergencia ni operativos especiales cuando el frío aprieta como sucede en el sur; la intemperie se enfrenta a pulso, a solas y según la experiencia en calle de cada persona.
El resultado es palpable: a nivel nacional, la cifra de fallecimientos de personas en situación de calle sigue creciendo. Solo en 2024 murieron 124 personas, de las cuales 15 fallecieron por hipotermia. Este 2025, antes incluso de que llegue el peak de las bajas temperaturas, ya hay registro de dos nuevas muertes por hipotermia.
Por eso, en Hogar de Cristo decidimos dejar la costumbre de lado. Nuestra nueva Estrategia Social 2025 no es una declaración de buenas intenciones: es la convicción de que el acompañamiento real se hace ahí, donde nadie quiere quedarse mucho rato, en la calle misma.
Este año comenzaremos el Programa Calle junto al Ministerio de Desarrollo Social y Familia: 60 cupos entre Copiapó y Caldera, con acompañamiento psicosocial y sociolaboral durante doce meses. Sin duda es un desafió y una buena noticia para la comuna de Caldera donde hoy no existen programas dirigidos a las personas en situación de calle. También una señal clara de hacia dónde queremos avanzar como región. No se trata de costumbre ni de cumplir por cumplir: nos mueve la convicción y la urgencia de que transformar la calle en Atacama no puede esperar.