
La reciente primaria de la izquierda evidenció su desconexión con la ciudadanía: sólo un 10% del padrón electoral participó, reflejando la profundidad del desgaste en torno al proyecto político del Presidente Boric y sus aliados. El 90% de los chilenos optó por escapar de esa oferta electoral, abriendo espacio a una alternativa opositora que interprete las prioridades reales de la mayoría.
Este bajo respaldo no sólo representa una señal electoral, sino también una reacción contra un estilo político polarizante que ha caracterizado la trayectoria de la izquierda. Hoy, más que moderación superficial, Chile necesita una propuesta con convicción, que restaure el orden, la libertad, el respeto institucional y el progreso económico, como base del diálogo político. En síntesis, que prevalezca el sentido común.
Con la derrota ante el partido comunista, el socialismo democrático, lejos de representar un contrapeso a la extrema izquierda, se subordinó a la tesis del octubrismo, cuyas aspiraciones ideológicas ya fueron rechazadas por una amplia mayoría en el plebiscito constitucional de 2022. Mientras persista esa subordinación, no habrá posibilidad de acuerdos ni de un proyecto pluralista y democrático, porque todo lo que recuerde a la Concertación seguirá siendo condenado.
La próxima elección presidencial definirá algo más que las cualidades personales de quién gobierna: será una elección entre dos modelos de país. Uno, dominado por el Estado, la ideología única y la dependencia. Otro, basado en la libertad, la iniciativa personal, el orden, la responsabilidad y el mérito. Será una decisión clara para quienes quieren ser protagonistas de su vida y no los financistas de una imposición ideológica.