
El último debate previo a la segunda vuelta mostró un intercambio marcado por la confrontación directa entre Jeannette Jara y José Antonio Kast. Ambos candidatos adoptaron un tono duro, pero el rendimiento de la representante oficialista quedó en una posición menos favorable respecto de su contendor.
A partir del desarrollo del debate, se evidenció que Jara centró buena parte de su intervención en atacar políticamente al candidato republicano, priorizando la ofensiva por sobre la articulación de propuestas o el desarrollo argumentativo. Esta estrategia, sin embargo, no logró producir el efecto necesario para reposicionarla en la recta final de la campaña. Su exposición careció de la solidez que había mostrado en debates anteriores, lo que se reflejó en menor claridad, menor manejo del escenario y respuestas que no siempre lograron sostenerse con suficiente fundamento.
Hubo momentos en los que la candidata se vio particularmente tensionada, sobre todo cuando fue interpelada respecto a temas sensibles para su sector, como el reconocimiento a María Corina Machado o la presencia en su comando de autoridades investigadas. En esos pasajes, su desempeño proyectó incomodidad y falta de control, debilitando su postura general.
Por su parte, Kast mantuvo un estilo igualmente confrontacional, pero con un dominio más consistente del formato. Aun así, también experimentó dificultades, como al justificar la manera en que su programa aborda la Ley de 40 Horas, donde surgieron contradicciones que complicaron su discurso. Pese a estos tropiezos, su presentación logró mayor continuidad y un uso más efectivo del tiempo y las réplicas.
En síntesis, el debate estuvo marcado por la tensión y los ataques cruzados, pero dejó a Jara en una posición menos favorecida: con menor claridad, menor profundidad en sus fundamentos y una estrategia ofensiva que no consiguió consolidarse como ventaja. Mientras tanto, Kast, aun con ciertos flancos, logró sostener una presencia más estable y mejor alineada con el momento electoral.
