
El académico Juan Videla, Magíster en Salud Mental de la Facultad de Enfermería de la Universidad Andrés Bello, advierte sobre las consecuencias del estrés crónico en el sistema cardiovascular y entrega recomendaciones para prevenir sus efectos.
El estrés es una respuesta natural del cuerpo frente a situaciones que se perciben como amenazas o desafíos, activando reacciones físicas y emocionales que, en contextos agudos, pueden ayudarnos a sobrellevar esos momentos. Sin embargo, cuando esta respuesta se prolonga en el tiempo sin permitir una recuperación adecuada, se transforma en estrés crónico, con efectos dañinos para la salud.
Juan Videla, académico y Magíster en Salud Mental de la Facultad de Enfermería de la Universidad Andrés Bello, explica que “el estrés crónico eleva de forma sostenida los niveles de adrenalina y cortisol, dos hormonas que en exceso aumentan la frecuencia cardíaca, elevan la presión arterial y pueden desencadenar arritmias”.
Uno de los efectos más preocupantes es su relación con la ateroesclerosis, una enfermedad cardiovascular que se produce por la acumulación de placas de grasa y colesterol en las arterias. “Estas placas reducen el diámetro de las arterias, dificultan el flujo sanguíneo y, si se rompen, pueden generar coágulos que provocan infartos o accidentes cerebrovasculares”, advierte Videla.
Cómo prevenir
Para prevenir el estrés crónico y sus efectos cardiovasculares, el académico señala que puede ser necesaria estrategias farmacológicas, como el uso de medicamentos que regulen la presión arterial y modulen la respuesta al cortisol; otra opción lo constituyen las medidas no farmacológicas y en algunos casos la combinación de ambos.
Entre las no farmacológicas destaca la práctica regular de ejercicio físico, una alimentación balanceada rica en frutas, verduras y fibra, la reducción del consumo de alcohol y tabaco, una rutina de sueño reparador de al menos siete horas diarias, y la incorporación de actividades relajantes como yoga, taichí, caminar, leer o escuchar música.
“El estrés crónico es un factor de riesgo importante, pero también modificable”, destaca el docente. “Intervenir a tiempo permite no solo mejorar la calidad de vida, sino también aumentar la esperanza de vida y alcanzar un mayor bienestar físico y mental”, concluye.