OPINIÓN

Cuidado con las palabras . ( por Jesús Ginés Ortega, profesor de la UST)

Las palabras vuelan, los hechos quedan. Es un antiguo refrán que conviene remozar ahora que en la alta política nacional se hace escarnio de palabreros que tienen la misión de hacer por cuenta de todos las grandes tareas de la educación y la economía. Se sobreentienden nombres y anécdotas del reciente pasado. Conviene suponer que este interminable lio ha desatado más palabras que hechos y más rencores que encuentros.

Los que ocupamos la vida profesional en hablar constante por imposición del cargo y porque para eso nos pagan, aunque siempre parezca poco la valoración económica de nuestra comunicación académica, periodística, legal o simplemente cultural, sabemos bastante acerca de las consecuencias que tienen las palabras que desparramamos constantemente. Si el conocimiento acerca de las cosas de este mundo y del otro, si las ideas y las reflexiones se transaran en bolsa un poco más que las simples palabras, estoy seguro que nos iría mejor a todos, incluyendo a educadores y educandos. Pero en fin, dentro de la precariedad del mundo que habitamos, se impone el cuidado permanente de lo que decimos, porque nos arriesgamos a que nos encuentren mendaces o excesivamente creativos como se acostumbra a decir ahora de quienes hacen o dicen sandeces. Indudablemente las palabras responden a pensamientos albergados en el hablante y que al dispararse a la plaza pública tienen el riesgo de convertirse en acciones. Mil ejemplos vendrán a corroborar esta simple teoría, la que otrora fuera expresada por pedagogos y psicólogos que nos dieron este cadena de efectos: Cuida tus pensamientos, porque se pueden convertir en palabras y cuida tus palabras porque podrían convertirse en acciones; y cuando pensamientos, palabras y acciones se vuelven habituales llegan a procrear caracteres y con estos señalan el destino final de las personas.

Indudablemente que las personas somos juzgadas más bien por lo que hacemos que por lo que decimos, pero siempre es mejor prevenir acontecimientos no deseados con el ahorro de palabras que pueden perturbar o distraer de nuestras buenas acciones.

Es solamente una recomendación, no solo para autoridades, sino para toda persona racional que es capaz de pensar, aunque sea poco, de leer, aunque también sea breve, porque a la hora de la verdad seremos juzgados por lo que hicimos y no por lo que dijimos.

 

Jesús Ginés Ortega, profesor de la UST

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