OPINIÓN

Reseteo nacional ( Patricio Urquieta García , ex Intendente Región de Atacama )

 

 

El desprestigio institucional es el resultado de una crisis de liderazgo que vive el país. El resultado de la encuesta Criteria reveló que el 44% no cree que la democracia sea la mejor forma de Gobierno (18 puntos más que el 2020). La razón es el actuar de las instituciones. El tema no es el diseño de la institucionalidad, sino quienes la conducen y la debilidad que manifiesta. Según el SERVEL –incluso descartando votos de los partidos de centro derecha cuyas bases en su mayoría tampoco querían un nuevo proceso– el 56,95% del electorado optó por rechazar el actual proceso (Republicanos, nulos y blancos). Saben que una nueva Constitución no es la solución, sino que las instituciones hagan bien su trabajo.

 

Esta crisis es fruto de la conducción institucional que impulsa la izquierda, siendo oposición o Gobierno. Sus principales engaños son la participación social (asambleísmo con aplausómetro), la inclusión de las minorías (paridad y escaños reservados) y el regionalismo (gobernadores regionales). Todo es un desastre. Con el asambleísmo el cumplimento de la ley se transa ante la presión de grupos, sacrificando la certeza; con la política de la identidad –rechazada por el Presidente de izquierda francés E.Macron, y ahora Núñez (PS)– gobierna la minoría; y con el regionalismo (distinto a descentralización), se divide el país y se crean más cargos públicos que debilitan el liderazgo del Presidente.  La institución más dañada es la familia (ausente en las 12 bordes del nuevo proceso constitucional) porque sobre ella la izquierda promueve una autoridad que destruye su autonomía y el liderazgo de los padres respecto de los hijos, seguido del adoctrinamiento de éstos en las aulas. Es decir, la importancia de la familia es debilitada intencionalmente para concentrar la autoridad en las instituciones estatales que sus políticos dirigen.

 

La gente necesita una institucionalidad fortalecida, garante de la libertad. La elección de minorías sobre mayorías se opone a la democracia, las decisiones legitimadas con aplausos minan la autoridad de la razón, y la impunidad de la sedición (respaldando ataques a las instituciones por delincuentes que luego son indultados) desdibuja el Estado de Derecho. En el ADN de los chilenos hay un sesgo de distancia con el mundo político y cercanía al mundo militar, motivado por la necesidad de certeza y fortaleza institucional. No significa que todas las personas sean de derecha ni que los soldados sean deliberantes. Todos son chilenos esperando que las cosas se hagan bien, y en mérito de la contingencia están dispuestos a un reseteo de los ciclos políticos, con otro pronunciamiento militar que reordene las instituciones. No comparto que así sea. Las actuales circunstancias son obra de la democracia, y ésta debe responder. Si las decisiones fueron erradas, reconduzcamos el camino para evolucionar cuando sea la oportunidad. Es una lección del 7M.

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